No. 6
Debe ser una sorpresa muy reveladora que mi película favorita sea La Sociedad de los Poetas Muertos, lo sé. La idea de un grupo de jóvenes dedicándose a sus pasiones gracias al profesor de literatura que les enseña la belleza de la poesía y es el primero en tomarlos en serio resuena conmigo a niveles incalculables. La película ha influido en mí como pocas cosas pueden, así que, en efecto, puedo permitirme decir que es literalmente yo.
Aún así, hay un poeta entre todos que resulta mucho más complicado discutir. Neil, el líder, es un personaje muy interesante. Su conflicto recae en su deseo de ser un actor, y cuando obtiene el papel para una obra, el único obstáculo frente suyo es su padre, quien no puede permitirle sacar su mente de los estudios. Suena simple, pero es aquí donde vemos la fragilidad del líder. A pesar de lo mucho que Neil es capaz de incitar a sus amigos a «Hacerse del día», su padre es la única persona a quien le teme; hay arraigado en su corazón el peso de tener que ser un hijo perfecto. Quien vio la película sabe que esa es la actuación a la cual se resigna al final, pero lo que quiero hablar es lo que viene antes.
A pesar de su miedo, Neil se fuerza a ignorar a su padre. No le dice que va a participar en la obra, y termina falsificando la carta de autorización para interpretar a Puck en Sueño de una noche de verano, por William Shakespeare.
Hace poco tuve la oportunidad de leer esta obra, obviamente teniendo en cuenta la importancia que tiene dentro de la película. No era un título intercambiable, hay cierto énfasis en su contenido durante la escena del acto, y es al final durante el monólogo de despedida de Puck cuando el padre de Neil espera llevárselo y éste se atreve a verlo de vuelta, para que sus palabras vayan dirigidas a él.
¿De qué trata la obra entonces? Es una comedia. Más aún, es una comedia romántica, el tipo de cursilerías que sólo a mí me vendrían bien cualquier día de la semana. La historia trata de una pareja que intenta huir por el bosque porque el padre de la chica quiere casarla con alguien más.
Es ahí donde hay toda una serie de eventos fantásticos, iniciados por el hada pícara Puck. Al final, todo el elenco de personajes humanos se levantan a la mañana siguiente, como si todo hubiese sido un sueño, pero el padre de Hermia finalmente acepta su deseo de casarse con su verdadero amado. Es el tipo de historia que es, irremediablemente idealista. El amor se profesa en ella con convicción y triunfa al final. No es difícil ver por qué a Neil le sería importante participar en la obra.
Incluso con todas sus dudas, él quería creer que las cosas podrían ir así. Actuó como hijo perfecto, luego como alguien valiente, y al final vio a su padre y le pidió disculpas, rogando por dejar pasar su travesura como un simple sueño. Esperó que ignorándole y siguiendo su corazón, él pudiera entenderlo... Pero las cosas no son tan sencillas.
Neil tuvo miedo de ser directo. El Prof. Keiting le repitió que no estaba atrapado, pero Neil no dejaba de verlo así. Sólo podía tener una cosa u otra, pero no ambas, porque para él era sólo un sueño. Una vez su intento no fue suficiente, Neil se rindió. Es verdaderamente doloroso.
Hay que saber dimensionarse ante los hechos y lo que se puede hacer. Los sueños, el arte y la belleza nos motivan a seguir adelante, pero los poetas muertos fueron juntos al bosque para sacarle todo el jugo a la vida y no otra cosa. Conformarse con tan sólo una probadita resulta indudablemente trágico. Carpe diem.