No. 4
No es usual que escuchemos a alguien refiriéndose a las experiencias de nuestra región como kafkaescas1. Más usual es decir que vivimos en «realismos mágicos» para explicarle a un oriundo de sociedades más serias cómo se siente ser hispanoamericano2. Creo que nuestra disposición hace que nosotros resultemos más irracionales y desorientadores a los sistemas que nos rigen que ellos a nosotros. Gobernarnos ha de ser un trabajo verdaderamente kafkaesco. Me alegro.
Sin embargo, los recientes cortes de energía diarios invirtieron un poco el guion y nos recordaron lo que se siente estar preso a sistemas que te odian. Me refiero a la casi aleatoria lógica con la que estos se acortaban y extendían, sucedieron y por un tiempo se volvieron inescapables.
No tardó para que las personas se acostumbraran a lo que se volvió rutina. Cada uno tiene una mañana siguiente, ¿y qué más hacer? No sería sostenible para nadie llevar sobre sus hombros el estrés de preocuparse al respecto. La resignación es excusablemente más cómoda. La gente usualmente no viene enterada por defecto de toda la red de líos, malas decisiones, negligencias y circunstancias casualmente fuera del control de cualquiera que ocasionan este tipo de situación.
Una sabia mujer a quien respeto dijo una vez «La vida diaria que das por sentado algún día caerá a pedazos». Uno piensa mucho en salud al enfermarse, pero no es que la realidad se transforme, pues siempre opera igual. La diferencia entre disponer y no tener un recurso solamente nos afecta cuando éste entra en sistemas donde podamos interactuar con él y observarlo. No consideramos el sistema hasta que presenta una falla, luego se desvanece de nuevo, y así con muchas otras cosas.
De la misma forma, hasta nuestra habilidad de adaptarnos funciona como un sistema en sí. Es lo que nos permite crear modelos de creciente complejidad y aún sobrevivir en su rigidez. Nuestra dependencia sobre lo impráctico es una capacidad para encontrar cómo ser solubles en ello. Un sistema se extiende de forma improbable para asegurarse, mientras aún nos sostengamos a él.
En algún momento el ser humano vivía así. No es que necesitáramos conductores cargados por electrones colgando en palos para sobrevivir, pero ahora sus beneficios nos superan. No podemos dormir sin el aire encendido, somos completamente inútiles sin conexión y tenemos que adelantarnos paranoicamente a que el sistema falle, porque eso sólo le hace más intimidante sobre uno.
No es que «el verdadero sistema éramos nosotros todo este tiempo», pero esta contradictoria dualidad sólo debería probar que si conmutamos junto a interruptores que inventamos es porque identificamos algo con lo que existen en relación; corresponden a otros colocados internamente3.
En fin, problemas kafkaescos podrían ser soluciones kafkaescas. Tal vez haciendo sistemas lo suficientemente arbitrarios ya no fallen. Tal vez dejen de existir en nuestra dimensión y nadie nunca más sea responsable por nada. Podrías aportar tu grano de arena haciéndole la vida más complicada a los demás, soy optimista.
Tal vez no hubiera pasado nada si dejaban a Gregor Samsa salir como un bicho a trabajar. Tal vez siempre había sido así y no lo habían notado hasta esa mañana.
1. « Kafkiano» no tiene el mismo timbre. Me rebelo contra tener que acoplarme a lo que de todos modos la RAE no ha inventado de todas formas. 2. No sin razón Dalí se fue espantado por lo surreal que le había parecido México luego de una sola visita. 3. Piensa en los daddy issues; misma lógica.